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Solo hay un resonador magnético operativo por cada 10.000 pacientes con cáncer

Pacientes del sector público esperan entre tres meses a medio año por una cita para exámenes de imagen, como resonancias y tomografías, que permitirían darles un diagnóstico oportuno y más certero. Una ley a su favor duerme entre trabas burocráticas y falta de presupuesto.

 

Por: Estéfany Luján Quispe / Unidad LR Data
Publicado el 15 de agosto de 2022

Algo que Julia pidió durante su tercer viaje desde San Martín a Lima, en medio de su recorrido en bus por más de 24 horas, es que esta vez sí le realizaran la prueba de resonancia magnética y ya dejaran de reprogramar la cita que tenía pendiente desde hace seis meses. Aquel día situado a la mitad del 2021 ella creyó que por fin iba a conocer el estado exacto del cáncer de mama a cuyo avance temía. No fue así. Su calma característica, agotada por el dolor que le provocaba el seno izquierdo, llegó a tal límite que no se reconoció cuando empezó a gritarles a las enfermeras por el cambio de fecha. Tras un año de espera, la prueba recién se le realizó en diciembre. “Ese día regresé llorando a mi ciudad, me sentía indignada por mi salud y triste por llegar a los gritos”, narra.

En el Perú, el déficit de resonadores magnéticos y tomógrafos desencadena que los pacientes con cáncer tengan que esperar entre tres meses a medio año para acceder a estas pruebas, según advierten asociaciones vinculadas al tema. La situación, a su vez, provoca diagnósticos tardíos o inexactos tanto en niños como en adultos.

Equipos escasos para pacientes del sector público

Actualmente, solo hay siete equipos para realizar resonancias magnéticas en hospitales públicos operados por el Ministerio de Salud (Minsa), de acuerdo a los datos entregados por la misma institución a La República a través de una solicitud de acceso a la información. Esto es grave en un país en el que anualmente se diagnostican alrededor de 70.000 casos de cáncer en el país, según el Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas (INEN), aunque no hay un dato exacto debido a la falta de seguimiento oficial.

De este pequeño total, tres se hallan en Lima y los otros cuatro en regiones, lo que a su vez genera la centralización.

Además, según un informe del Seguro Integral de Salud (SIS), cuyos pacientes son derivados a los hospitales del Minsa, se reporta que entre 75.000 a 85.000 pacientes afiliados a este seguro son diagnosticados al año. De ello se infiere que solo hay uno de estos equipos por cada 10.000 pacientes, en promedio.

Esta carencia de equipamiento genera que los médicos oncólogos no puedan brindar diagnósticos tempranos y oportunos a sus pacientes, pues les hacen falta las imágenes que les permitiría analizar el interior del cuerpo y así conocer la propagación de las neoplasias y qué tanto avanzó la metástasis, según protocolos internacionales. 

“Tanto la resonancia como la tomografía nos permiten conocer las alteraciones en la morfología del cuerpo, ambos son buenos, pero la resonancia nos define con mucha claridad las áreas afectadas y su alteración funcional. También ayuda a definir qué tipo de cirugía requiere el paciente. Hay una gran diferencia, por eso la importancia de contar con este examen", explica el médico José Rodríguez Lira, director ejecutivo del Departamento de Radiodiagnóstico del INEN.

Una vez que se ha obtenido la diagnosis, en medio del tratamiento, también se requieren estos exámenes para conocer la eficiencia y saber con más certeza si los tumores están remitiendo o hay más órganos afectados.

“Hay un tema de embalse de pacientes en Lima. Eso está haciendo que la máquinas funcionen a full, las 24 horas sin descanso, pero el problema es que luego estas se malogran y ellos se quedan en el aire mientras hacen el mantenimiento. En ese lapso son trasladados a otras fechas y se crea otra cola. Los pacientes salen del hospital indignados y lo peor es que no saben a quién recurrir. Lo único que les dicen es que está malograda la máquina y tienen que ir a la fecha en la que los llamen. Eso también crea zozobra porque temen por su tratamiento. Según nuestros reportes, los asegurados oncológicos esperan un promedio de seis meses a más. En eso el cáncer ya avanzó. Mientras el sistema siga así, esto va a ser un círculo fatal, definitivamente. La verdad es que ya estamos cansados de todo esto”, cuenta Susana Wong, paciente oncológica y presidenta de Lazo Rosado Perú, colectivo que agrupa a personas con cáncer de mama a nivel nacional.

La situación en el Seguro Social de Salud (EsSalud) es muy parecida. Para los pacientes de Lima y Callao solo hay tres resonadores magnéticos, localizados en los hospitales Rebagliati (2) y Sabogal (1). Mientras que, en regiones hay otros dos más, de acuerdo a una revisión de documentos, ya que la institución no entregó los datos oficiales.

Uno está en Lambayeque para la macrorregión norte y el otro en Arequipa para la Macrorregión Sur. En el caso de las regiones de San Martín y Huancavelica, los casos oncológicos son derivados a los hospitales del Minsa.

Por la falta de los equipos, los asegurados a EsSalud lidian con este déficit también en establecimientos médicos privados a los que son derivados por su hospital tratante. Allí el tiempo de espera abarca entre tres meses a medio año. Sin embargo, ante las demoras y la angustia, algunas personas deciden costear sus propias pruebas. Así le pasó a Albert. A su hija diagnosticada con cáncer le pidieron tres resonancias magnéticas durante su tratamiento, pero luego de esperar cuatro meses y tras una segunda reprogramación, su familia decidió optar por pagar un servicio externo, cuyo precio ascendió a unos 6.000 soles.

“Muchos padres tienen que ir a sitios privados. Cuando llegan de provincias es peor. Cuando les dicen que hay reprogramación tienen que regresar a sus ciudades. Algunos piensan que se van a demorar cinco o seis días y se quedan, pero es mentira. Ningún resonador se arregla en ese tiempo”, cuenta el padre de familia.

A toda esta situación hay que añadirle que los asegurados con otras enfermedades también demandan los exámenes de resonancia. Es decir, hay más saturación.

Desde la Defensoría del Pueblo explican que esta situación genera un perjuicio a la salud de los pacientes. “Estas demoras perjudican gravemente a los asegurados porque el cáncer es una enfermedad que lamentablemente avanza con el tiempo. Las trabas reducen las posibilidades de recuperación. Por eso, la falta de equipamiento para lograr diagnósticos oportunos genera este perjuicio, sin un diagnóstico certero, sin una resonancia, sin una tomografía es difícil de iniciar el tratamiento”, advierte Carlos Almonacid, jefe del Programa de Salud de esta institución.

La mentira de la descentralización

Vale precisar que estos equipos solo se hallan en las grandes unidades hospitalarias de categoría III, pues su instalación es compleja y costosa. Aunque en el Perú existen cuatro institutos especializados en cáncer: el INEN, en Lima; el Instituto Regional de Especialidades Neoplásicas (IREN) Sur, en Arequipa; el IREN Norte, en La Libertad, y el IREN Centro, en Junín. Solo uno de estos cuenta con equipos de alta tecnología, localizado —justamente— en la capital y también es el único que funciona al 100%. 

Si bien los tres institutos regionales fueron implementados para combatir la centralización, con la falta de equipamiento y personal médico especializado la tarea resulta imposible. Por ello, más pacientes siguen movilizándose a Lima, pese a que en 17 regiones hay hospitales que cuentan con unidades de servicios oncológicos, de acuerdo con el Plan Nacional de Cuidados Integrales del Cáncer. Esta medida no es suficiente, ya que tampoco tienen el equipamiento necesario ni el número adecuado de médicos oncólogos. De los 200 especialistas en oncología clínica censados por el Minsa, el 70% está en Lima.

Esta situación afecta la vida de Leslie Nolasco, quien viaja cada mes hasta Lima para atender su cáncer de mama en el INEN. Según sus médicos, la enfermedad ya es terminal porque derivó en una metástasis al hígado, pero ella no se rinde. La joven de 28 años podría ser atendida en Huancayo, pero la inoperatividad del IREN Centro la obliga a viajes agotadores de más de ocho horas desde mediados del 2020, cuando arreciaba la pandemia por la COVID-19. 

Ella esperó al menos medio año para acceder a pruebas de resonancia y tomografías. “Inicié mi quimio sin estas pruebas. Toda esa incertidumbre que pasé fue horrible. No sabía si el tumor había crecido, si avanzó. Es muy feo. Yo estaba en mi quinta quimioterapia y recién en enero del 2021 me hicieron una tomografía. Fue después de eso, entré a consulta y me dijeron que mi condición era terminal. No sabemos cuándo pasó, si antes de la quimio, después de esta o si el tratamiento me hizo empeorar o mejorar. Nadie sabe, pero continúo y ya voy 21 quimioterapias”, cuenta la joven huancaína.

Por otro lado, Nolasco agrega que es una situación que también afecta a los niños, niñas y adolescentes oncológicos. “Los llenan de juguetes, pero lo que necesitamos es equipamiento, medicamentos, atención oportuna, médicos capacitados. A mí me preocupa la situación porque si empeoro… el IREN Centro no opera completamente”, añade Leslie.

Precisamente, la encuesta El Cáncer No Espera realizada por 10 colectivos de pacientes oncológicos, sobrevivientes, cuidadores/ familiares, que abarca entre el 2019 e inicios del 2022, revela que el 60,6% sufrió retrasos o suspensión en sus atenciones médicas y pruebas de apoyo al diagnóstico y que al 40% le tomó al menos medio año obtener sus tratamientos tras la obtención de un diagnóstico certero.

“La principal consecuencia de la centralización de servicios es que las personas tengan que migrar a otro lugar y ahí se presenta otro problema, que es el financiamiento de las atenciones de las personas que tienen que trasladarse fuera de su lugar de origen. Esa también es una traba real que aflora en el tema oncológico porque trasladarse significa pagar pasajes, mantenimiento, y en algunos casos incluso habitaciones para quienes reciben tratamiento de larga estadía. Eso puede generar una dificultad adicional para la gente que no tiene recursos porque, salvo Essalud, el SIS no te paga esos traslados”, explica Almonacid, de la Defensoría. 

Institución líder con apenas un resonador

Desde hace varios meses, el colectivo Ley de cáncer infantil también viene reportando las demoras en la atención a niños con cáncer en el INEN, pues la institución líder en materia oncológica solo cuenta con un resonador para menores y adultos, el cual se malogra constantemente por el sobreuso, ya que funciona las 24 horas de los siete días de la semana. Según la agrupación, cuando este equipo se avería tarda en repararse entre una semana a 15 días.

“Estos equipos tienen un plan de mantenimiento, pero no lo hacen. Lo usan a full hasta que algo falla y cuando algo falla se demora porque algunos repuestos llegan del extranjero y se tardan unos 15 días. Toda esta situación es como un círculo vicioso”, dice Roberth Gamboa, vocero del colectivo. 

Sin embargo, la institución señala que sí realizan reparaciones preventivas al menos cuatro veces al año, fechas en las que el servicio también se paraliza. Sobre esta situación, el subjefe del INEN, Gustavo Sarria Bardales, respondió ante medios locales que la máquina del INEN no solo atiende las necesidades de pacientes oncológicos de la institución sino a usuarios del sector Minsa con otras enfermedades, lo cual hace compleja la situación.

“Existe una sola máquina de resonancia que fue renovada a inicios de la pandemia (...) se tienen que comprar más máquinas a nivel del sector porque tenemos una sobredemanda”, detalló el funcionario. 

dijo que está a la espera para comprar un equipo nuevo. “Tenemos un proyecto que está sujeto a las leyes de contrataciones del Estado y proceso de licitación que tarda. Para la compra de un nuevo resonador estamos a la espera de la aprobación del Minsa y el Ministerio de Economía. Deberíamos tener al menos 5 de estos equipos y solo para uno ha sido presupuestado en alrededor de 9 millones de soles, según el estudio de mercado ya realizado”, añadió Sarria.

Al Departamento de Radiodiagnóstico del INEN llegan todos los días entre 60 a 70 pedidos de resonancia magnética de todas las áreas del cuerpo, de acuerdo a la misma institución. “De ese total solo podemos atender un promedio del 30 o 40% (entre 28 y 38 consultas). Nosotros somos parte de un instituto altamente especializado y requerimos investigación, para tener una demanda satisfecha, que es lo que uno quisiera para los pacientes. Se necesita al menos tres resonadores exclusivos para diagnóstico y uno o dos para investigación”, detalla el médico Rodríguez Lira, director ejecutivo del área.

“El problema es bastante álgido. Todos los días tenemos que definir a qué pacientes enviamos a resonancia. No podemos parar, tratamos de resolver los problemas, pero no siempre lo podemos lograr. (...) Siempre está la sensación de querer hacer más, pero no podemos. Uno que trabaja tantos años con esta patología y ve que el día a día es difícil para los pacientes por las carencias. Nos gustaría que las personas que tienen en sus manos la resolución de estos problemas lo hagan. La enfermedad oncológica es muy consumidora, vemos adultos y niños con muchas limitaciones para poder ser atendidos. Eso nos tiene que sensibilizar”, añadió el funcionario y, además, confirmó que la institución tiene proyectado que durante el trimestre del 2023 se instalará un nuevo resonador.

Tomógrafos y equipos de radioterapia también son insuficientes

Las tomografías también forman parte del paquete de pruebas de apoyo al diagnóstico en el caso de los pacientes con cáncer, pero de acuerdo a datos entregados por el Minsa, solo hay 57 tomógrafos operativos en hospitales públicos del sector. Nuevamente, más de la mitad de estos aparatos están en Lima y otro buen número está en un estado de regular a malo, según reconoce el propio sector Salud.

En cuanto a las radioterapias, un tipo de tratamiento contra el cáncer en el que usan altas dosis de radiación para destruir células cancerosas y reducir tumores, también hay falta de infraestructura. Hasta el 2019, a nivel público, se disponía en el país de 16 equipos de radioterapia (12 aceleradores lineales y 4 bombas de cobalto 60), 9 de los cuales se encontraban centralizados en la capital. 

A pesar de estas deficiencias y de que, según Minsa, este año más de 175.000 pacientes enfrentan enfermedades oncológicas en el Perú y anualmente mueren casi 35 mil personas por estas enfermedades, según el Observatorio Global de Cáncer (Globocan) 2020, el presupuesto se redujo en comparación al 2021.

A ello hay que sumarle que en los últimos años, el cáncer se ha posicionado en el grupo de enfermedades que más mortalidad ocasionan entre los peruanos, de acuerdo con documentos técnicos sobre la situación de la salud en el país elaborados por el Centro Nacional de Epidemiología, Prevención y Control de Enfermedades (CDC). Así que no se trata solo de la situación de un pequeño grupo de pacientes.

El estancamiento de una medida que podría aliviar la situación

Desde los primeros días de julio, los colectivos y asociaciones de pacientes aguardan por la aprobación de un decreto supremo que abarca el “Fortalecimiento de la Atención Integral del Cáncer a nivel nacional”. Con un monto de 75 millones de soles se tiene proyectado la compra de medicinas, quimioterapias, pero también menguar la carencia de equipamiento.

No obstante, aunque el documento ya fue enviado por el Minsa, aún aguarda la aprobación por parte del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF). En este mismo pliego se explica que este 2022 al menos el 60% de pacientes han llegado a las instituciones de salud con cánceres muy avanzados por lo que urge su aprobación.

“En este momento se necesita que el MEF otorgue este dinero para que se puedan llevar a cabo las acciones y poder paliar un poco todos los problemas que enfrentamos. Ahorita, los pacientes no tienen un sistema que los proteja. Prácticamente, los están condenando a morir, nos sentimos abandonados”, lamenta Susana Wong, de Lazo Rosado.

Carlos Almonacid, funcionario de la Defensoría del Pueblo, menciona que el Minsa les ha  informado que tienen proyectado comprar equipamientos oncológicos para regiones estratégicas y aliviar el desabastecimiento de medicinas. “Es importante que el MEF pueda priorizar la asignación de este proyecto, es urgente”, dijo.

LR Data se comunicó con el MEF, pero la institución solo indicó que aún se encuentra en proceso de evaluación por sus áreas correspondientes “con la prioridad debida considerando su naturaleza”.

Una ley que no se ejecuta

Hace ya un año, el Gobierno promulgó la Ley Nacional del Cáncer, que llenó de esperanzas a los miles de pacientes oncológicos; sin embargo, aunque esta norma ya cuenta con reglamento, este no se ejecuta e incluso hay disposiciones cuyos plazos ya han vencido.

La Organización Panamericana de la Salud también coincide en que la probabilidad de cura de los enfermos de cáncer depende en gran medida de un diagnóstico temprano y acceso a tratamiento oportuno, pero como van las cosas en Perú estas posibilidades se tornan más complicadas. Incluso, el propio Minsa reconoce que cerca del 70% de pacientes inició tratamiento este 2022 cuando su cáncer estaba avanzado. 

“Todos los pacientes habíamos esperado ver algún tipo de cambio para mejoras en lo que es diagnóstico y acceso a tratamiento oportuno para evitar que el cáncer siga avanzando, pero todo sigue igual o incluso peor porque estamos con desabastecimiento de medicamentos desde septiembre del año pasado”, advierte Yndira Oropeza, presidenta de la ONG L con Leucemia.

Ella también denuncia que hay pacientes que no están recibiendo quimioterapias debido a la falta de recursos y que la situación es más grave en EsSalud. Por ello, su organización junto a un grupo de nueve asociaciones han implementado el Semáforo oncológico para advertir los incumplimientos de esta norma.

“Tenemos un silencio de las autoridades que ya ni es indignante si no que es doloroso para los pacientes oncológicos. No se están muriendo por el cáncer, los está matando la desidia del Estado, no la enfermedad. Es muy triste”, finaliza.

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