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Sonidos de lucha: opresión y resistencia en la Toma de Lima

Mientras Dina Boluarte se atrinchera en el poder junto con el Congreso, manifestantes del sur del Perú llegaron a la capital para la Toma de Lima y así reclamar justicia para los asesinados en las protestas y por nuevas elecciones para este 2023. Esta es una crónica sonora de lo ocurrido en la también denominada Marcha de los 4 suyos.

Por: Gloria Purizaca
Publicado el 20 de enero de 2023

 

Miles de manifestantes llegaron desde diferentes regiones del sur del Perú para la Toma de Lima, denominada también la Marcha de los 4 suyos, realizada el jueves 19 de enero en diferentes puntos de la capital peruana. Desde Ayacucho, Arequipa, Cusco, Puno y Apurímac; peruanos y peruanas se hicieron presentes para exigir el cierre del Congreso, una asamblea constituyente y, sobre todo, la renuncia de Dina Boluarte, responsable política directa de, hasta la fecha, 51 asesinatos en el marco de las protestas.

La marcha del jueves 19 de enero no solo dejó a más heridos por la represión, detenidos y destrozos materiales, sino también a familias sin sus hogares, los cuales fueron consumidos por las llamas de un incendio que, según el propietario, se produjo por una bomba lacrimógena lanzada por la Policía durante el enfrentamiento con los protestantes, aunque hasta el momento no se sabe el origen y se encuentra en investigación.

Aquí se respira lucha

La jornada empezó alrededor del mediodía, cuando diferentes delegaciones del sur del Perú empezaron a movilizarse desde la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM) y la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI), centros de estudio donde se alojan. Pasadas las horas, las personas se concentraron en puntos como las plazas San Martín y Dos de Mayo. 

“Estamos lavando la bandera de nuestro Perú, que ha sido ensuciada con sangre de nuestros hermanos de provincias. La han ensuciado los congresistas, los militares, la presidenta golpista”, decía una de las protestantes a la par que hundía el pabellón nacional en agua y detergente, esperando que el líquido y los químicos limpien la sangre de los asesinados y la tristeza de sus familiares que no pudieron ver cumplir los sueños de sus muertos.

 

Entre la represión y la resistencia

Avanzaban las horas al compás de la marcha de las y los manifestantes, que buscaban abrirse paso entre las calles de Lima para llegar al Congreso de la República y así hacer sentir su voz. Pero, para ello, primero tenían que sobrepasar las barreras que formaron, según cifras oficiales de la institución, más de 10.000 policías en diferentes puntos de las principales avenidas del Cercado. Eran ya las 5 p. m. y nadie cedió. Empezó la represión policial.

Entre arengas y gritos de ánimo, quienes marchaban intentaban en vano pedir por favor a los efectivos oficiales que les dejen ejercer su derecho al libre tránsito. “Estamos luchando por ti, por tus hijos. ¿Qué país les van a dejar?”, lamentaba uno de los protestantes. Pero las palabras fueron contestadas con bombas lacrimógenas y disparos de perdigones. Los sonidos ensordecedores y el ardor en la garganta y la cara hacían correr a la gente hacia donde pudieran ponerse a salvo.

 

No solo las calles ardieron

El enfrentamiento recrudecía con el transcurso de las horas. Dieron las 8 de la noche y se veían reventar pirotécnicos desde afuera de la barrera policial, mientras que las fuerzas del orden lanzaban gases lacrimógenos hacia el cielo. De pronto, la noche se pintó con unas largas lenguas de fuego anaranjado que iban arrasando todo a su paso en un edificio colonial ubicado a media cuadra de la plaza San Martín, en toda una esquina entre el jirón Lino Cornejo y Carabaya. “Se está quemando mi casa”, gritó entre lágrimas una señora a la vez que corría con el balón de gas que retiró de su hogar.

Los manifestantes abrían paso para que las unidades de bomberos llegaran hasta el incendio, pero los grandes esfuerzos no eran suficientes, pues el adobe y la quincha del predio hizo que el fuego corra rápidamente desde la azotea hasta los pisos inferiores.

 

Más que una pausa, una tregua

Pese a la tragedia de las 15 familias que perdieron su hogar, la Policía continuó abusando de la fuerza. Pero, como dice el refrán, “no hay mal que dure 100 años ni cuerpo que lo aguante”. Así, la jornada de lucha acabó con la dispersión de las personas que aún resistían, quienes tomaron las calles por unos momentos para, desde la pausa, mostrar su rechazo a Dina Boluarte y el Congreso. “¿Quién te ha dicho que somos ‘terrucos’? Somos valientes y luchadores, queremos un cambio para nuestro Perú”, cantaba el huayno que hizo bailar a una decena de ciudadanos.

Claramente, este es solo el inicio de los largos días que se avecinan.