Por: Nicol León/Wayka y Estéfany Luján/La República
Publicado el 31 de mayo de 2022
Cinco años pasaron desde que las inundaciones producidas por el fenómeno El Niño Costero, de características extremas, llegaron al centro poblado San Juan de Ihuanco, en Cañete. Aquel verano del 2017, Martha Miranda, una mujer afroperuana de 63 años, empezó a preguntarse cómo alimentaría a su esposo e hijo, porque las vías que usaba para viajar al mercado estaban enfangadas de lodo. Así permanecerían durante tres meses.
Junto a otras 10 mujeres, también amas de casa, ella empezó una nueva rutina, que consistía en recoger leña desde muy temprano, para cocinar en una olla común los desayunos y almuerzos para alimentar a cerca de 100 personas, entre menores y adultos. Las horas extra que dedicaban a los quehaceres domésticos se incrementaron hasta dejarlas extenuadas.
—Todo el tiempo me he desempeñado como ama de casa. Antes del fenómeno, teníamos que salir a comprar para almacenar. Solía ir cada quince o veinte días. Cuando llegó la inundación, ya no se podía salir. Nadie podía salir —cuenta Martha.
Cuando uno de los caminos logró despejarse —recuerda Fiorella Álvarez (28), nieta de Martha—, algunos hombres volvieron a sus trabajos, por lo que nuevamente las encargadas de los cuidados del hogar se organizaron en faenas para terminar de limpiar las vías.
—Los que tenían tiempo iban a hacer la limpieza de las vías. Para entonces, las que se quedaban en casa eran las madres de familia —afirma.
Integrantes de la colectiva Mujeres Cañetanas visitaron los centros poblados afectados para donar víveres. Su vicepresidenta, Patricia López, menciona que en los lugares de Quilmaná, Roma y San Juan de Ihuanco observó casos de madres solteras que debían salir a trabajar desde muy temprano.
—Supe que salían a trabajar desde las 4 de la mañana y eran las niñas las que se quedaban en casa. Apoyaban a sus mamás. La mayor responsabilidad sobre todo recaía en la hermana mayor. Siempre es la más perjudicada —asegura Patricia.
Martha observa a su hija mientras piensa qué haría si volviera a ocurrir un fenómeno El Niño Costero.
—Volveríamos a hacer lo mismo, igual, la misma olla común, ¿no? Ahora, las autoridades no han tomado ninguna medida de prevención. Hicieron una limpieza de las acequias, de los canales, pero nada más —reflexiona.
Las historias de estas mujeres demuestran que los desastres, como los causados por el fenómeno El Niño Costero, impactan de forma negativa con mayor énfasis en sus vidas, con relación a los hombres, porque son recargadas de tareas de cuidado —no remuneradas—, según investigaciones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP).
Peligro latente
Si los países siguen contaminando al ritmo actual, la temperatura del planeta aumentará, según estudios y proyecciones. Esto desencadenará cambios drásticos en el clima e intensificación de los desastres naturales, lo que a su vez disminuiría las posibilidades de superar la pobreza y la desigualdad, de acuerdo con el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), referente global en cuanto a la ciencia del cambio climático.
En América Latina el riesgo es mayor porque, a pesar de que la región desprende apenas el 10% de las emisiones mundiales de dióxido de carbono, está más expuesta a las consecuencias negativas del cambio climático y tiene menos recursos para enfrentarlas o adaptarse.
El mismo camino sigue Perú, pues es considerado un país que reúne siete de las nueve características que lo hacen vulnerable a los efectos del cambio climático, según la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC).
Algunas de estas características hacen que el fenómeno El Niño Costero se imponga de una forma más severa en el territorio peruano. Pero, ¿qué es el fenómeno El Niño Costero?
Se trata de una alteración en el océano y la atmósfera que aumenta la temperatura del mar, y que genera cambios en el clima del Pacífico. En condiciones normales, produce el incremento de precipitaciones y leves inundaciones que no afectan significativamente a la vida diaria de la población, su salud e integridad. Mientras que en su variante más extrema desencadena lluvias torrenciales, desbordes de grandes ríos y huaicos que terminan dañando viviendas, cosechas e infraestructuras, lo que produce graves consecuencias económicas de las que es difícil recuperarse.
¿Entonces, qué hace que el fenómeno El Niño Costero sea leve o extremo?
Una investigación publicada en la revista Nature en el 2014 reveló que el calentamiento global genera que los efectos de este fenómeno sean más extremos en frecuencia e intensidad. En tanto, el IPCC todavía no considera este vínculo como demostrado, ya que las investigaciones científicas no tienen las mismas conclusiones.
La investigadora científica Yamina Silva explica que aún no se confirma si el cambio climático influirá en el comportamiento de El Niño Costero.
“Según el reciente informe del IPCC, es incierto que los cambios en la intensidad de los eventos El Niño serán mayores en el futuro. Hasta el momento, se sabe que su intensidad, así como la frecuencia de los eventos de gran magnitud desde 1950, han sido más altas con respecto a los últimos 400 años. No obstante, dichos cambios se encuentran dentro de lo normal”, explica la experta.
En el 2017, un total de 413.983 viviendas resultaron destruidas o afectadas en todo el Perú, según Indeci. Foto: archivo/La República
Sin embargo, señala que El Niño sí puede desencadenar mayores precipitaciones, sobre todo, si se incrementa la emisión de gases contaminantes en la atmósfera.
El Perú se enfrentó 44 veces al fenómeno El Niño Costero, desde 1578. De este total, siete han sido de carácter extraordinario, incluido el de 2017, según estadísticas oficiales del Instituto de Defensa Civil (Indeci).
En esta última ocasión, El Niño, de características extraordinarias, se presentó luego de 20 años y dejó a su paso un millón 782 mil 316 personas entre damnificadas y afectadas, además de 138 muertes en todo el país.
Mujeres ante la emergencia climática
El cambio climático viene generando alza de precios de los alimentos, pérdidas de ingresos y trabajo, impactos negativos en la salud y desplazamientos que afectan, con mayor fuerza, a las poblaciones vulnerables, como a las mujeres y las niñas.
Patricia Carrillo, experta en cambio climático y género de la organización Forest Trends, explica que, desde 2015, el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables viene alertando a las entidades públicas que apliquen acciones para que mujeres, niñas y niños, personas con discapacidad y adultos mayores no sufran los efectos de los desastres.
“En eso también hay que pensar cuando se habla del impacto del cambio climático, porque las mujeres siempre están cuidando de otros y no necesariamente tienen ayuda del Estado para poder cubrir estas necesidades. Entonces, el Estado tiene que formular políticas que no solo usen un modelo masculino de población, ya que, al no tomar en cuenta toda esta diversidad en general que hay en la población, estamos desatendiendo a la mitad”, agrega.
Martha Miranda dedicaba más horas de su tiempo en tareas de cuidado cuando su familia quedó damnificada por el FEN 2017. Foto: Nicol León/Wayka
Parte de las recomendaciones también fue el desarrollo de estudios sobre cuánto aumenta la cantidad de horas que las mujeres dedican a las actividades propias del hogar (cocinar, limpiar) luego de que ocurre un evento como el fenómeno El Niño Costero.
Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de las Naciones Unidas (Cepal), las mujeres, especialmente las rurales, indígenas y campesinas, son las principales responsables de la alimentación familiar, así como de recolectar recursos básicos como el agua y la leña. Ante desastres, estas responsabilidades aumentan.
Mujeres afroperuanas en riesgo
En San Luis, Cañete, a raíz del fenómeno El Niño Costero de 2017, Victoria Ormeño Manzo repartía su tiempo para cumplir su trabajo como policía y atender a su mamá Emperatriz Manzo, mujer afroperuana de 71 años que padece artritis reumatoidea.
Emperatriz recuerda que sentía mucho frío durante las noches, lo que para ella era sinónimo de dolor constante por su enfermedad crónica. Ella y su esposo, de 73 años, quien padece de párkinson, eran cuidados por su hija Victoria.
—Mi hijo está dos o tres días conmigo. Mi hija nos atiende en las mañanas (...) Muchas veces me tengo que quedar calladita para no preocuparla porque ella trabaja —confiesa.
La salud de las mujeres también se ve perjudicada por los efectos del cambio climático, como es el caso de Emperatriz Manzo. Créditos: Nicol León/Wayka
La población afroperuana es el segundo grupo étnico más numeroso del país. El Censo de 2017 reveló que hay 379.646 mujeres afroperuanas mayores de 12 años. Ellas sufren de manera particular la desigualdad de género: el 80% respondió que sí existe discriminación racial hacia ellas, según una investigación del Centro de Desarrollo de la Mujer Negra Peruana (CEDEMUNEP). Esta realidad se intensifica cuando ocurren desastres como el fenómeno El Niño Costero.
De acuerdo con los datos del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), las mujeres afroperuanas que residen en áreas urbanas y rurales tienen un promedio mayor de hijos que las mujeres identificadas como blancas o mestizas.
Solo en las áreas urbanas, hay 3,8% menos mujeres afroperuanas que son jefas de hogar en comparación con mujeres blancas o mestizas.
Cecilia Ramírez, mujer afroperuana y directora ejecutiva en CEDEMUNEP, explica que estos datos evidencian que la desigualdad entre hombres y mujeres es aún más profunda en la población afroperuana. La educación, el empleo y la salud son otras áreas donde las diferencias son aún más notorias.
Por ejemplo, según el mismo estudio, las mujeres afroperuanas asisten menos que las mujeres blancas o mestizas a centros de enseñanza.
“No tenemos las mismas oportunidades y, al enfrentar condiciones económicas precarias, se dificulta poder acceder a la universidad y, en algunos casos, cuando logramos acceder a la universidad, terminamos y, al salir al mercado laboral, otra vez nos chocamos con el racismo estructural y con la discriminación étnico-racial”, aclara.
Por el poco acceso a la educación, Ramírez explica que las mujeres afroperuanas se dedican a emprender o a laborar como trabajadoras del hogar. Pero con el fenómeno El Niño Costero y la pandemia del coronavirus, muchas se vieron obligadas a descuidar sus trabajos remunerados para dedicarse a trabajos de cuidado dentro del hogar.
En situaciones libres de emergencias climáticas, las mujeres ya dedican muchas más horas que los hombres en la preparación de alimentos y en cuidados de personas de edad avanzada, según la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo que el INEI elaboró en 2010.
La investigación revela que, diariamente, las mujeres le dedican 13 horas con 42 minutos a las actividades culinarias, mientras que los hombres solo 4 horas con 2 minutos.
En cuanto al cuidado de personas totalmente dependientes, como el caso de Emperatriz Manzo, las mujeres le dedican 16 horas con 47 minutos al día, mientras que los varones solo 8 horas con 55 minutos.
“Las mujeres dejan de trabajar para producir riqueza contable en monedas y se dedican completamente al trabajo de cuidado. Incluso en una situación normal, el trabajo de cuidado que principalmente hacemos las mujeres es equivalente al 20% del PBI”, detalla Patricia Carrillo.
Además, este incremento de labores de cuidado las deja con menos tiempo para la atención de su propia salud física, psicológica, horas de estudio y otras tareas de bienestar personal. Incluso para tener mayor participación en sus comunidades y, así, mejorar su futuro.
Finalmente, las horas dedicadas a las tareas de cuidado se amplían en contextos de desastres naturales, tal como lo exponen las historias de Emperatriz, Martha y Fiorella.
Resistencia al enfoque de género
Ante emergencias climáticas, hasta la fecha, el Estado no ha aplicado respuestas con enfoque de género. Luego de ocurrido el fenómeno El Niño Costero del 2017, no incluyeron en los kits de emergencia medicinas para niños y adultos mayores, detergentes para el lavado de las ropas, pañales o hasta algo tan básico para las mujeres y adolescentes como toallas higiénicas, señala Jessica Huertas, especialista en Poblaciones Vulnerables y Género del Ministerio del Ambiente (Minam).
“Lo que tenemos que cambiar es incorporar el enfoque de género en la gestión de riesgos, lo que no ha pasado en ninguno de los eventos que hemos tenido. Se trata de cuestiones que parecen bastante simples, pero que cambian la vida de las personas afectadas”, añade.
Jessica Huertas es especialista en Género del Ministerio del Ambiente. Foto: Unión Europea
En 2015, el Minam presentó el Plan de Acción en Género y Cambio Climático (PAGCC Perú), que buscaba hasta el último 2021 incorporar el enfoque de género en las políticas e instrumentos de gestión relacionados con el cambio climático, a fin de que autoridades locales, regionales y nacionales tomen decisiones en base a ello y no repetir los errores del pasado.
Tal es así que, al menos en la teoría, de las 146 medidas planificadas por el Estado y la sociedad civil, más del 50% de estas ya incorporan el enfoque de género, interculturalidad o intergeneracionalidad. “En algunos casos puedes incorporar los tres, pero en la gran mayoría al menos uno. El enfoque más incorporado siempre es el de género”, aclara Huertas, quien resalta el rechazo que aún produce este último.
Además, a mediados del 2021, el Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático vio la luz y también considera el enfoque de género, con el objetivo de incorporar las necesidades específicas de mujeres y hombres en el diseño e implementación de las políticas públicas climáticas.
“Estamos trabajando, tenemos un reto porque hay mucha resistencia al enfoque de género cuando en verdad es una forma de atender una política pública considerando las particularidades de la población. Lamentablemente, hay toda una mirada de que el enfoque de género es una ideología y no se termina de ver que es una respuesta real a las diferencias que tenemos”, opina Huertas.
Esta ausencia de voluntad política para un impulso del enfoque de género, más la falta de la implementación de políticas efectivas para reducir las brechas de desigualdad en la población afroperuana, genera una situación de mayor vulnerabilidad para estas mujeres ante los impactos del fenómeno El Niño y el cambio climático.