Esther Polo
Gabriela Mariño
Ketty Marcelo
Leddy Mozombite
Especial 8M

Mujeres peruanas al servicio de todas: historias de resistencia a favor de su comunidad

Las injusticias que vivieron les permitieron alzar su voz y luchar por todas. Su liderazgo y organización ha logrado que más compañeras se sumen a la causa de la equidad y la igualdad de género. Ahora esperan ser incluidas con políticas y visibilidad.

Por: María Morales y Milagros Requena 
Publicado el 08 de marzo de 2023

 

Desde la Red de Salud de Collique, Esther Polo promueve y busca el beneficio de las mujeres en salud sexual y reproductiva en Comas. En la Asociación Civil Ángel Azul, Gabriela Mariño aboga por el reconocimiento de la identidad de género de las mujeres trans. Por su parte, la yanesha asháninka Ketty Marcelo, desde la Organización Nacional de Mujeres Indígenas Andinas y Amazónicas del Perú (Onamiap), demanda la inserción de su comunidad en las políticas públicas. Mientras que Leddy Mozombite, de FENTTRAHOP, exige el cumplimiento de las mejoras laborales para las trabajadoras del hogar remuneradas y no remuneradas. 

Ellas, con historias personales atravesadas por la desigualdad, la carencia, la injusticia y la discriminación, apuestan por lo colectivo para luchar por los derechos y la autonomía de todas las mujeres. 

Esther Polo

Esther Polo siempre tuvo el impulso por ayudar a las personas, incluso desde su etapa escolar, cuando se cercioraba de que todos sus compañeros y compañeras tuvieran un  almuerzo. Su preocupación por los otros le incentivó a estudiar Enfermería, pero su situación económica se lo impidió. Aun así, buscó la forma de cumplir ese deseo a través de su incursión en el vaso de leche, con su apoyo en la Defensoría y como promotora de salud en los centros de Comas. “Me nació el apoyo por la comunidad”, sostiene.

Su trabajo la llevó a reunirse con otras 18 mujeres pertenecientes a organizaciones sociales, como el vaso de leche y los comedores populares. En colectivo y con el apoyo de la ONG Ayni Desarrollo fundó —en los 2000— la Red de Salud de Collique, el primer espacio del distrito enfocado en la promoción de derechos con base en la igualdad de género. Aunque al inicio desconocía de aspectos formales y legales, los fue aprendiendo a medida que asistía a talleres. Así comenzó a dialogar con instituciones, como la Municipalidad de Comas u organismos no gubernamentales. A pesar de sus carencias económicas, se movilizaba para poder llevar a cabo actividades de sensibilización sobre enfermedades, entre ellas, el cáncer de cuello uterino. Siempre con el fin de apoyar a otras. 

Sin embargo, sus intereses han cambiado conforme lo han hecho las demandas más actuales de las mujeres. Su lucha ahora se centra en los derechos sexuales y reproductivos, con énfasis en las más jóvenes. Por ello, ha realizado campañas para la prevención del embarazo adolescente y de enfermedades de transmisión sexual en las escuelas, pese al pensamiento conservador de muchas familias. Junto a la Red, también ha implementado, en apoyo con instituciones, exámenes médicos a bajos costos y accesibles para su comunidad. 

Tras 23 años de trabajo, Polo reconoce la relevancia de un enfoque de género para promover la igualdad. Para ella, es necesario que las madres, en su papel de cuidadoras, brinden las mismas labores para hombres y mujeres desde niños. 

Gabriela Mariño

Gabriela Mariño no pudo estudiar Derecho porque la rechazaron en una universidad peruana tras conocer que era una mujer trans. Después de este acto discriminatorio —que se intensificó en cada uno de los trabajos que buscó— estudió Estilismo, una labor que desempeñan muchas mujeres trans. Pero no sería hasta el 2000 que su interés la llevó a involucrarse en el activismo, cuando oyó, por primera vez, la existencia de un espacio de reunión para la comunidad LGTBIQ+.

En ese lugar comunitario, ubicado en Miraflores, entendió que —por fin— podía expresar su género libremente . Sin embargo, los miembros en su mayoría eran hombres gays: “Éramos ocho chicas trans que no socializamos muy bien. No había una información más amplia de la comunidad trans”, cuenta. A partir de esa necesidad por reunirse con otras mujeres como ella y descubrirse a sí mismas, Mariño, junto a sus amigas, fundó La escuelita travesti en San Juan de Miraflores, que en 2002 se formalizó como la Asociación Civil Ángel Azul, la primera organización de mujeres trans en Perú. Con su experiencia en Estilismo, brindó clases de arreglo personal; otra compañera, Jana Villaizan, quien estudió Teología y Filosofía, enseñó sobre la construcción de los cuerpos; y la abogada Fiorella Cava dictó sobre derechos humanos. "Teníamos un discurso de empoderamiento", sostiene.

En ese tránsito decidió que la asociación sea más formal y se pueda ayudar en otros aspectos, como el de salud sexual que se generó tras la llegada de la epidemia del VIH. Así, de manera autodidacta, elaboró estatutos y pidió apoyo a organizaciones como Onusida. También realizó su primera reunión en la que incluyeron a mujeres de otras regiones. Sus talleres se dictaban de noche, pues eran las únicas horas en las que podían salir sin correr el riesgo de ser  discriminadas: siempre en colectivo. Ese acercamiento generó que se enfoquen en el reconocimiento de sus derechos, en una época en la que no tenían ninguna norma o ley. Con ello, el movimiento fue ganando representatividad.

Ahora, con 21 años de trabajo, la presidenta de Ángel Azul continúa exigiendo políticas públicas que las incluyan, como la ley de identidad de género o que se cumpla el protocolo de atención en centros de emergencia mujer o de salud. Su trabajo comunitario en defensa de otras mujeres trans ha logrado que se amplíen las redes de apoyo en Lima Metropolitana. Sus antiguas miembros crearon sus organizaciones. "Que crezca el movimiento trans, que crezcan las organizaciones", resalta.

Ketty Marcelo

Ketty Marcelo es una mujer yanesha y asháninka de la selva central del Perú y madre de dos hijos. Su camino por el activismo se traza al evidenciar que las mujeres de su comunidad eran relegadas por sus pares masculinos. Los cargos de autoridad les eran negados: “No podías organizarte como mujer amazónica e indígena”. Pese a ello y por insistencia, inició en pequeños puestos como agente municipal hasta que formó parte de la Central de Comunidades Nativas de la Selva Central (Ceconsec). Pero incluso ahí ocupaba un cargo menor: era tesorera y miembro de la comisión de género, el cual solo era un espacio para indicar que había equidad. 

En esa comitiva sin agenda, Marcelo observó que había una falta de representación femenina, debido a que casi ninguna organización a nivel nacional contaba con una presidenta. Ese desequilibrio generaba en mujeres como ella el desconocimiento de sus derechos. Así, recuerda que se alegraba con mínimos actos, como sentarse en una mesa con autoridades u otros hombres. “Cuando fui conociendo mis derechos, (entendí) que era mi derecho como mujer estar en la mesa”, sostiene.

Pero esa desigualdad era compartida. En 2009, como parte de Ceconsec, participó del congreso fundacional de la Organización Nacional de Mujeres Indígenas Andinas y Amazónicas del Perú (Onamiap), en la cual comprendió que muchas otras mujeres como ella querían expresar sus sentires y opiniones, así como —por primera vez— participar en una agenda política. “No era yo sola. Había mujeres de otras regiones del país”, recuerda. Desde entonces, reconoció, junto a sus compañeras, las violencias de las que eran víctimas en su comunidad y, sobre todo, a ser conscientes de que tienen “derecho a tener derechos”. Sin embargo, como mujeres organizadas también volvieron a ser discriminadas, pues los varones insistían en que ellas debían seguir bajo sus órdenes. En esa lucha, se burlaban de su representatividad. “Decían que nosotras no teníamos territorios, pero nosotras construimos la identidad”, arguye.

Ketty Marcelo ejerce ahora por segunda vez el cargo de presidenta de Onamiap. Sus intereses y luchas han cambiado, ya no solo buscan el diálogo con el Estado, sino el ejercicio de las políticas públicas, que incluye con sus propuestas. 

Leddy Mozombite

Como mujer, madre, abuela y trabajadora del hogar se autodescribe Leddy Mozombite, una dirigente social que busca la igualdad de condiciones laborales para las y los trabajadores del hogar. Su empatía  por los derechos de las demás personas empieza desde su propia historia personal y de las injusticias y el machismo que vivía en su casa y en su comunidad, en la que escuchaba los relatos, por ejemplo, de las mujeres sobrevivientes de la violencia machista.

Nació en Loreto y siendo una niña —a los 7 años— empezó a trabajar cuidando a otros menores de edad. Después fue llevada a Lima, en donde la obligaron a laborar sin paga en una casa de un distrito de la capital por dos años. “La señora me hizo pasar que tenía 19 años”, relata. A pesar de estar sola en la ciudad, siempre buscó mejoras en la colectividad: fue delegada general de su colegio, participó en sindicatos, organizó a sus vecinas, fue promotora de salud y creó algunos comedores populares.

En su trabajo de cuidadora, veló por los derechos que le faltaban a las y los trabajadores del hogar. Así, fue parte de la organización del Sindicato de Trabajadoras y Trabajadores del Hogar de la Región Lima (Sinttrahol) e impulsó la aprobación del Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en el país. Sus ganas de más, permitió organizarse a nivel nacional y, en el 2012, junto con las organizaciones de Lima, Callao, Arequipa y Piura, creó la FENTTRAHOP. Mozombite también participó en la Ley 31047 – Ley de las Trabajadoras y Trabajadores del Hogar, promulgada en el año 2020. Aunque actualmente agrega un impulso más, dirigido a que sus compañeras reconozcan su labor doméstica, la cual no está visibilizada ni remunerada. "El trabajo del cuidado (...) es importante para la vida, para la sociedad", enfatiza.

Sin embargo, ella relata que aún hay un arduo camino. Sus menciones están relacionadas con la sociedad, que Mozombite describe como una “lucha cultural”, con el desconocimiento de parte de algunos empleadores, con la formalización de los y las trabajadores del hogar y con la igualdad de condiciones, sobre todo en una sociedad machista y un sistema patriarcal que condena a las mujeres.

Estas cuatro mujeres representan historias de lucha ante una sociedad y un Estado que, en general, les es indiferente. Su liderazgo y organización ha logrado que más compañeras se sumen a la causa de la equidad y la igualdad de género. Ellas recalcan, además, que su labor y resistencia es diaria, no solo en el Día de la Mujer.