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Capacidad sanitaria en Perú: ¿cuánto cambió nuestro sistema de respuesta a dos años de la pandemia?

Hace dos años, el 15 de marzo de 2020, se declaró el estado de emergencia en el Perú a causa de la expansión de la COVID-19. Desde entonces, las camas UCI pasaron de 1.200 a cerca de 4 mil, los ventiladores mecánicos casi se triplicaron y el personal médico no aumentó significativamente. Sin embargo, nuestro país está todavía lejos de poder enfrentar otro desafío sanitario de estas características.

 

Por: Alexis Revollé Tercero / Unidad LR Data
Publicado el 16 de marzo de 2022

Han pasado dos años desde que el expresidente, Martín Vizcarra, declaró el estado de emergencia nacional por la llegada de la COVID-19 en el país. Una medida que buscó frenar los niveles de contagios y contener el precario sistema sanitario del Perú —donde ya se habían infectado más de 20 personas y se contaba un fallecimiento—. Por esa época, las promesas de una infraestructura que se levantaría sobre la marcha fueron numerosas. Hoy, dos años después y con un saldo de más de 210 mil muertos, lo que se avanzó ha sido muy poco, casi nada.

De acuerdo a información de la Superintendencia Nacional de Salud (SuSalud), de abril de 2020 a febrero de 2022, en el Perú las camas de cuidados intensivos (UCI) se triplicaron. Pasaron de 1.249 a 3.771 en un lapso de 22 meses, en un incremento que tuvo que ver, principalmente, con la respuesta a la crisis sanitaria. En un país con más de 33 millones de habitantes, esta nueva cobertura sigue siendo insuficiente, según expertos en la materia.

“Si partimos de la premisa de que los países de la OCDE tienen como media 14 camas UCI por cada 100.000 habitantes, nos damos cuenta de lo rezagados que estábamos antes de la pandemia. La mala noticia es que lo seguimos estando. Esta especie de rearme de la atención hospitalaria no significa, ni de lejos, un respiro de tranquilidad. Nuestra media, hoy, es de menos de 6 camas UCI por cada 100.000 peruanos”, señala la investigadora en temas de salud, Mariana Bermejo.

 

 

Por su parte, el médico infectólogo Gabriel Llanos, sostiene que este aumento serviría apenas para contener de forma pasajera una situación de riesgo epidemiológico, mas no para afrontarla. “¿Qué hubiera pasado si en marzo del 2020 hubiéramos tenido la cantidad de camas UCI que tenemos ahora? Sencillamente, habríamos ganado un poquito más de tiempo, nada más. Lamentablemente, seguimos teniendo un sistema de salud caracterizado por las carencias”, afirma.

En dos años, además, se duplicó el número de camas de cuidados intermedios (UCIN)—espacios donde se ha atendido, durante la emergencia sanitaria, a pacientes potencialmente críticos—, de acuerdo a información de SuSalud. De 576 en abril de 2020 a 1.285 en febrero de 2022. En ese mismo lapso, los ventiladores automáticos, otro insumo indispensable en la lucha contra la pandemia de COVID-19, pasaron de 1.481 a 3.826.

La doctora en salud pública y docente, Natalia Campos, advierte que, si bien existe una diferencia importante respecto a los primeros meses de 2020, el propio curso que siguió la expansión del coronavirus da una idea de que la situación de vulnerabilidad sigue latente.

“Hace muy poco, a finales de enero [de 2022], tuvimos más de 200 muertes al día, producidas por la infección del COVID-19. Y las tuvimos a pesar de la multiplicación de las camas UCI, de los ventiladores, de los nuevos hospitales y puntos de atención que empezaron a operar durante la crisis sanitaria. Eso te puede dar una idea de lo endeble que sigue siendo nuestro sistema de salud. Después de dos años, en un mismo día seguíamos dejando morir a 200 peruanos y peruanas por la misma enfermedad”, concluye.

 

 

Made with Flourish

Sin duda, la llegada de la variante ómicron puso en jaque la respuesta sanitaria de numerosos países en el mundo. Uno de ellos fue el Perú, donde se desató la tercera ola de la pandemia y las cifras de muertes que se registraban evocaban los momentos más críticos de la emergencia sanitaria. Sin embargo, esta no sería una situación aislada.

“Así como llegó [la variante] ómicron, van a seguir llegando otras. Ahorita, por ejemplo, ya hay casos en Perú de la BA.2, que es un sublinaje de ómicron y está causando alarma en algunos países de Europa. Es una subvariante altamente contagiosa. Los que hemos seguido de cerca el comportamiento del virus, sabemos que eso va a seguir sucediendo. Por eso, es bien importante que no nos conformemos con el avance que se ha conseguido hasta ahora, porque los peligros van a seguir estando ahí”, remarca Llanos.

 

Recursos humanos

De acuerdo a la Dirección General de Personal de la Salud (Digep) del Ministerio de Salud, la cantidad de médicos en el país también varió en comparación al inicio de la emergencia sanitaria. Hace dos años, en abril de 2020, había en total 27.961 médicos. Las cifras más recientes, que datan de diciembre de 2021, registran 35.168. Es decir, ahora hay 7.200 médicos más que cuando la pandemia llegó al país.

Para Campos, el dato representa un incremento poco significativo. “Por supuesto que es algo positivo que haya más médicos en el país. El problema es que, si lo vemos desde un panorama amplio, seguimos teniendo un déficit importante en este sentido. Somos uno de los países más rezagados, por ejemplo, en indicadores como cantidad de médicos por cada mil habitantes. Mientras aquí tenemos 1.5 médicos por cada mil habitantes, en países como Chile hay más de 5”, manifiesta la doctora.

 

 

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Por su parte, Bermejo cuestiona la prioridad que se está dando a la contratación de médicos a partir de la crisis sanitaria. “Habría que preguntarse si el Minsa está revirtiendo algunos vacíos que vimos a raíz del coronavirus. Frente a los poquísimos epidemiólogos que teníamos, o frente a la crisis de los intensivistas que vimos en el 2020, ¿qué se está haciendo? El aumento de personal es bueno, pero cada especialista tiene una función, y esas funciones toman mayor o menor importancia de acuerdo a lo que la salud pública esté enfrentando”, afirma.

Las cifras apuntan, asimismo, a una concentración de personal en la capital, donde trabajan 14.402 médicos. Un número que, según la Digep, representa más del 40% del total de médicos en el país. Dicho de otro modo, Lima, una región que representa un tercio de la población nacional, acapara casi la mitad de médicos en todo el país. La cifra, desde el punto de vista de Llanos, da cuenta de un centralismo alarmante que ya ha pasado factura durante años.

“Hablar de recursos humanos siempre es importante porque puedes tener todos los equipos del mundo, pero necesitas personal capacitado para manejarlos. Desde siempre se le ha dado prioridad a Lima en ese sentido, y se entiende por la concentración poblacional que hay allí. Pero eso no debería significar que dejen abandonadas a las regiones. Cuando empezó la pandemia, me llamaban desde Piura, desde Puno, gente desesperada porque sus hospitales habían colapsado. No había médicos, no tenían especialistas que puedan atenderles. Ese es el problema de centralizar la salud”, narra el médico desde Iquitos.

 

 

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Perspectivas

Los especialistas consultados para este informe coinciden en que, si bien desde el Gobierno —es decir, desde las tres gestiones que ya han tenido como obligación apaciguar los estragos de la pandemia— se tomaron medidas para fortalecer el sistema de salud, lo que se avanzó hasta ahora ha sido insuficiente para convertirlo en un refugio seguro para la ciudadanía del país.

“Visto desde un lado optimista, la crisis del coronavirus sigue siendo una buena oportunidad para dar a la salud pública el lugar que hasta ahora no ha tenido en nuestro país. Sin embargo, seguimos esperando que esto suceda y ahora, lamentablemente, parece que todo se resume a la vacunación y el primer nivel de atención. Sí, la prevención es fundamental para desarrollar la salud pública, pero también lo es la infraestructura, el acceso, la comunicación con el paciente. Todos esos son aspectos en los que nos falta mucho”, reflexiona Bermejo.

Han pasado dos años desde aquella declaratoria del estado de emergencia, pero seguimos expuestos a causa de un agrietado sistema sanitario. Así lo percibe Campos. “El diagnóstico sigue siendo negativo después de todo este tiempo. Creo que, en general, podríamos hablar de dos planos en esta situación: de lo que aprendimos y de lo que hemos hecho. En el primero, me parece que no hay dudas en que hemos aprendido mucho. Ahora, salvo excepciones, la gente se cuida sin que tengas que obligarla, lleva su mascarilla y el alcohol para las manos, y además está vacunada o preocupada por mantener su vacunación. La otra pregunta es: ¿qué hemos hecho? Y ahí la ciudadanía no es tanto un agente como sí lo es el Estado. Diría que basta darse un paseo por los principales hospitales de Lima para responder esa pregunta”, concluye.

“Seguramente, cada año, cada 15 de marzo, entraremos de nuevo en este análisis. Por ahora sí se han hecho algunas cosas, pero la gente sigue desprotegida. Es más, te diría que se sienten así. Yo lo veo todos los días, porque atendemos casos de todo tipo. Y es difícil ver a una persona que no quiere enfermarse demasiado porque, en el fondo, no confía en su sistema sanitario. Es algo que debe cambiar y solo se puede lograr si hay visión en el largo plazo”, añade, por su parte, el doctor Llanos.